Puntuales partíamos hacia nuestro destino, con caras somnolientas algunos, sobre todo los más jóvenes, pero con la ilusión prendida en nuestros rostros. El viaje fue ameno y distendido y dio ocasión para repasar toda la actualidad social y cofradiera.
Realizamos la parada de rigor en la estación de servicio del Leo para reponer fuerzas. A las once y pocos minutos aparcamos frente al primero de nuestros destinos, la Esperanza Macarena. En el barrio sevillano de San Gil.
Agrupamos nuestras huestes frente a la entrada y cumplimos con el trámite de sacar las entradas para la visita al museo. Ya en su interior la admiración fue in crescendo ante lo que veían nuestros ojos. El barroquismo en grado superlativo. En el barroco se hallan los fundamentos litúrgicos y estéticos del ritual religioso que es Sevilla en Semana Santa.
La Macarena es una talla anónima del S. XVII atribuida al taller de Pedro Roldán. Es una talla de candelero, coronada canónicamente 1964. Dicen algunos sevillanos que de esto saben, que es la imagen de mayor devoción de su Semana Santa. Sobre este asunto, como en los toros, división de opiniones.
Sus caras, según veas uno u otro espejo lateral, te atrapan en la ternura de una madre, la devoción y el perdón.
Rodeada de infinidad de objetos y regalos de valor incalculable.
Allí también se encontraba expuesto el trono de nuestro Padre Jesús de la Sentencia. De filigrana y oro. Su talla, obra del escultor sevillano Felipe Morales Nieto data de 1654. Barroca. Representa un Jesucristo maniatado en el momento de su sentencia. Su cara transmite serenidad y paz.
Una vez terminada esta primera etapa, emocionados por lo visto y sentido, enfilamos proa hacia la Basílica del Gran Poder situado en el barrio de San Lorenzo. Allí nos aguardaba Jesús del Gran Poder, obra de Juan de Mesa datada en 1620. Talla de madera policromada de estilo barroco.
Su presencia y su rostro de pasión y sufrimiento te transportan al vía crucis de Jesús. Con sus pómulos marcados por el dolor, la pena y el sufrimiento. Besamos su pie, para ser más precisos, su talón. Como cristianos debemos ayudarle a compartir su carga.
Justo al lado, en la parroquia de San Lorenzo, asistimos al besa mano María Santísima en su Soledad. Es una talla de candelero del S. XVI. Su talla se atribuye al escultor Gaspar del Águila.
Calentaba esa mañana en Sevilla, buscábamos sombra y un refrigerio para apagar la sed. Dando buena cuenta de ambas cosas.
Encauzamos el bauprés hacia la cafetería Santa Ana, lugar donde teníamos previsto comer. Cruzamos el Guadalquivir con dirección de Triana. En el camino, dos aficionados taurinos, rendimos homenaje a la estatura del maestro Juan Belmonte.
Después de un largo y bonito paseo llegamos a nuestra meta, había sonado el toque de fagina. Degustamos toda suerte de platos típicos de la ciudad hispalense regados con un buen fino.
A la hora prevista el Consiliario segundo de la Hermandad Sacramental Esperanza de Triana, Don Manuel Romero Barragán acudió a nuestro encuentro para acompañarnos y darnos cumplida y amplia información del acontecer de su cofradía.
En la calle Pureza, 53, a las 5 de la tarde, como manda la tradición, y en la capilla de los Marineros, acudimos al encuentro de la Esperanza de Triana, según algunos sevillanos, la más venerada de la ciudad.
Nuestro acompañante y mentor del acto nos ilustró y explicó de manera pormenorizada cada uno de la infinidad de objetos, regalos, mantos, coronas, etc. Que jalonaban nuestra visita al museo.
La hermandad es la más antigua de Sevilla su fundación se remonta al siglo XV.
La imagen de la Esperanza de Triana responde a característica del siglo XVII. Su autor es incierto. Pero todas las manos que en Ella han intervenido han dejado su impronta y su resultado es una dolorosa con una fuerza asombrosa. Sobre todo después de la restauración de Gumersindo Jimenez Astorga acontecida tras el incendio que daño seriamente la imagen. Transmite Amor.
Junto a Ella se encuentra el Cristo de las Tres caídas. Es una imagen de Jesús de Nazaret con la cruz a cuesta que evoca la tercera caída. Habitualmente se está sito en la capilla de los Marineros pero ese día estaba en la capilla de Santa Ana. Su autor es Marcos Cabrera y se data a principios del S. XVII. Una maravilla.
Resaltar la importante labor de caridad de esta Hermandad cuyas cifras, por estas latitudes, resultan mareantes.
Destacar la presencia durante la visita al museo del contra guía del trono de la Esperanza, nuestro buen amigo Pepe. Persona entrañable y dueño de la cafetería Santa Ana.
Terminada la visita y antes de partir agradecimos las explicaciones y el trato recibido entregando unos presentes característicos de nuestra Cofradía.
De allí pusimos rumbo hacia el centro, junto a la Catedral, para ver una exposición de parte del patrimonio del Gran Poder, el Señor, como allí se le conoce. Sencillamente, espectacular.
Para los que acudíamos por primera vez a Sevilla nos vimos sorprendidos por la pasión que rezuma cada poro de la ciudad. Allí la Semana Santa dura 365 días.
Sobre las diez de la noche y una vez repuesta fuerzas, junto a la Torre del Oro, emprendimos viaje de vuelta a nuestra ciudad.
Ambiente extraordinario, cansados, pero entusiasmados por lo vivido.
Volveremos a repetirlo.
